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Manoloviks Films
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gos rampant
- 15-02-2005 18:17
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Me identifico mejor con un perro, con un chucho, con un canelo. De barrio. Callejero.
La primera vez que paseas por la Geltrú, antes de las obras del 2004 claro, el barrio te parece salido de algún cuento medieval. Allí decían que había pernoctado hasta el mismísimo Jaume I.
Esa misma casa fue tirada y en sus cimientos se hicieron unos pisitos muy monos... Las aceras de piedra centenaria dejaron paso a un pavimento clónico y estéril. Las bonitas farolas fueron sustituidas por focos carcelarios desagradables. Pisos y alguna que otra casa de diseño.
La Geltrú es como aquel perro que erguido sobre sus patas insta a su dueño para que no le quiten el encanto de sus calles. Que implora con ansiedad cariño y sensibilidad. A ese dueño, a ese amo que no puede pararse a pensar, que la velocidad del momento le impide ver el sentido de un lugar, de unas calles, de unas casas que se obstinan en quedar ancladas en el pasado como en una isla bañada por los mares del progreso. El Tsunami de la construcción.
Uno cuando ve por primera vez la Geltrú, en esos días soleados, con aquella luz hacia el medio día, con aquel frescor primaveral o la pesadez húmeda de los días de calima. De un aire que trae esencias de mar y campo... Como aquel pasear errante de perro callejero que husmea las esquinas, ralentí izado, eterno, señorial y libre, buscando como todo buen perro la esencia y los olores que nos trasportan a otras épocas, a otras vidas casi ya olvidadas.
Y un barrio cambia y un teatro se quema y se caen las casas antiguas y un regidor se hace una casa de diseño en la Geltrú... Mientras algunos nos aferramos a los recuerdos, a los olores, al destello solar. Aquel paseo de abandono entre sus calles. Saboreando la mañana.
Tiempo después fue cuando te cuentan lo del perro rampante, ¿y qué mas dan los símbolos y las banderas? Cada alma, cada sentir puede apreciar el tranquilo y lento transcurrir de los días, porque cuando entras en la Geltrú parece que todo sea mas tranquilo, mas lento, mas vital.
Debemos preservar los lugares de nuestra ciudad. Sino, moriremos en la vorágine de lo clónico, lo estándar y enfermo. Cunit, Castelldefels, Salou. Vilanova y la Geltrú esta a un paso de convertirse en un lugar sin historia y sin cultura. ¡Qué pena tan grande lo del Teatro APOLO!
La primera vez que paseas por la Geltrú, antes de las obras del 2004 claro, el barrio te parece salido de algún cuento medieval. Allí decían que había pernoctado hasta el mismísimo Jaume I.
Esa misma casa fue tirada y en sus cimientos se hicieron unos pisitos muy monos... Las aceras de piedra centenaria dejaron paso a un pavimento clónico y estéril. Las bonitas farolas fueron sustituidas por focos carcelarios desagradables. Pisos y alguna que otra casa de diseño.
La Geltrú es como aquel perro que erguido sobre sus patas insta a su dueño para que no le quiten el encanto de sus calles. Que implora con ansiedad cariño y sensibilidad. A ese dueño, a ese amo que no puede pararse a pensar, que la velocidad del momento le impide ver el sentido de un lugar, de unas calles, de unas casas que se obstinan en quedar ancladas en el pasado como en una isla bañada por los mares del progreso. El Tsunami de la construcción.
Uno cuando ve por primera vez la Geltrú, en esos días soleados, con aquella luz hacia el medio día, con aquel frescor primaveral o la pesadez húmeda de los días de calima. De un aire que trae esencias de mar y campo... Como aquel pasear errante de perro callejero que husmea las esquinas, ralentí izado, eterno, señorial y libre, buscando como todo buen perro la esencia y los olores que nos trasportan a otras épocas, a otras vidas casi ya olvidadas.
Y un barrio cambia y un teatro se quema y se caen las casas antiguas y un regidor se hace una casa de diseño en la Geltrú... Mientras algunos nos aferramos a los recuerdos, a los olores, al destello solar. Aquel paseo de abandono entre sus calles. Saboreando la mañana.
Tiempo después fue cuando te cuentan lo del perro rampante, ¿y qué mas dan los símbolos y las banderas? Cada alma, cada sentir puede apreciar el tranquilo y lento transcurrir de los días, porque cuando entras en la Geltrú parece que todo sea mas tranquilo, mas lento, mas vital.
Debemos preservar los lugares de nuestra ciudad. Sino, moriremos en la vorágine de lo clónico, lo estándar y enfermo. Cunit, Castelldefels, Salou. Vilanova y la Geltrú esta a un paso de convertirse en un lugar sin historia y sin cultura. ¡Qué pena tan grande lo del Teatro APOLO!
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