El dolor

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Ante el aniversario de los atentados en Madrid del 11-M se ha hablado mucho del dolor, el dolor de las víctimas y el de los familiares. La verdad es que no he querido ver nada de todos esos programas monográficos a cerca del tema, las imágenes y los relatos son escalofriantes y he querido aislarme como autodefensa, como un cerrar los ojos o hacerse el avestruz. Llámame ingrato, llámame egoísta. Con dolor lo asumo. Porque se habla mucho del dolor pero creo que se puede pecar de banalidad el llegar a enarbolar la pancarta del: “todos íbamos en ese tren”. No te lo creas ni por asomo, solo ellos iban en esos trenes y solo sus familiares siente la magnitud de tanto dolor. Puedes sentir pena, angustia y mucha lástima pero saldrás del tren y te habrás olvidado de todo y podrás reír con tus amigos o tomarte una copa o pasear un rato, porque las víctimas y sus familias jamás olvidaran el atentado. Jamás. Siempre les acompañará hasta su muerte.

Con qué frecuencia en un entierro se da el pésame de forma maquinal y tópica. Tú no puedes acompañarme en mi dolor. Recientemente he perdido a mi madre. Agradeces que estés aquí, tu compañía, tu apoyo pero no es cierto que puedas sentir mi dolor, tampoco te lo exijo, pero de todas formas, gracias. Todas estas reflexiones se abordaron aquella mañana en el programa de Iñaki Gabilondo, se plasmaron los puntos para sobrellevar el dolor de una perdida humana. Por un lado el deseo de querer recordar a la persona, como póstumo homenaje a su vida. ¿Qué es eso de pretender olvidar para poder tirar para delante? Conllevar el dolor de forma íntima. ¿Hacer muchas cosas para no pensar? No, si precisamente lo que quiero es pensar en esa persona siempre que quiera y llorar todo lo que sea necesario. Luego se habló de la frase: “todos íbamos en ese tren”, no es cierto, tu rememoraras el aniversario, estarás callado cuando cojas un tren y pensaras y estarás angustiado pero eso no es nada para quien lo vivió y sus familiares. Y el silencio, nadie te pide que rellenes el aire con palabras consoladoras, el silencio muchas veces lo dice todo. Mi padre y yo cuando comemos lo hacemos en silencio y cuando limpiamos la cocina y los platos no hace falta decir nada. Yo limpio la cocina que mi madre acababa de estrenar y que disfrutó muy poco tiempo, este es mi pequeño recuerdo hacia ella. En silencio. No hace falta decir nada.

Y en los entierros, en esas horas tan amargas y que desencajado lo que si es una ayuda es que me aparques el coche, que llames a los familiares lejanos y les des la noticia, que alguien arregle el tema del entierro... en esos momentos eso es mas útil que ese manoseado: “te acompaño en el sentimiento”.

Jamás se podrá entender el dolor de los demás pero lo que si esta claro, es que jamás tendríamos que haber ido a IRAK. Eso si esta bien claro pero los perros todavía están ladrando y nos respetan el dolor y el silencio de los demás.

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