Tras la Gran Cortina del Circo

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De alguna manera tuve que llegar a aquel lugar. No quiero entrar en análisis, pero por no se qué turbulencias cósmicas de repente me vi convertido en regidor de pista de un minúsculo circo para los ensayos de un nuevo espectáculo que se debería estrenar en pocas semanas. Un trabajo a contra reloj con todas las complicaciones individuales, existenciales y humanas posibles. Y yo sin experiencia profesional como regidor... Prometedor, ¿no?

La carpa roja nos abraza, nos acoge y a la vez nos engulle. Cuando entras, parece que ya jamás puedas salir de allí. Dentro los sonidos son lentos y pausados, amortiguados por el gran paraguas de la lona. La magia de la luz, la iluminación del espacio nos transporta a otro mundo. Parece que de un momento a otro un conejo va a saltar de detrás nuestro para preguntarnos la hora. Pero todo este ambiente singular, toda esta brillante y rara alucinación se rompe en mil pedazos cuando alguien con forma humana entra en escena. Por ejemplo, un “técnico” estúpido e imbécil que cree tener en sus manos el control del mundo, de su mundo y nos irá minando la moral minuto tras minuto, los tecnócratas.

O una turba indecisa de operarios del Este, más perdidos que una cabra en una cacharrería, que deambulan locos e inquietos entre las bambalinas sucias y polvorientas de detrás de la cortina. De la Gran Cortina, desde ese gran telón por donde entraran las mas extrañas, ágiles y endiabladas formas humanas. Aquí por lo menos no hay animales. Menos mal. Los mozos de pista hablan una lengua rara, extraña para mí, y yo les tengo que indicar el orden y el atrezzo adecuado... esto va a ser divertido. Bueno, aquí solo queda el mirarse a los ojos para comunicarse. Y de repente me doy cuenta de que hacía mucho tiempo que no miraba a los ojos de las personas.
Cuantas cosas pasan desapercibidas si no miras a los ojos de la gente...

Luego entran los artistas secundarios, que vienen de países donde la vida es dura y están acostumbrados a pasarlas canutas. Son los supervivientes. Los fuertes. Son quienes soportan el tirón del espectáculo de verdad. Números realmente difíciles y complicados. Como los gregarios del pelotón ciclista, los verdaderos héroes de las gestas de la vedette, de la estrella, del jefe de filas. Que ahí llega, ese ser marcado por la contradicción y la adicción del fuera de si en el momento trágico y mántrico de la actuación en el centro de la pista.

La estrella, el motor de este circo es un payaso, medio clown y medio augusto. Un contra augusto, el único tipo de payaso capaz de actuar solo. Pero no actúa solo. Es un payaso muy inteligente que sigue la mas estricta tradición circense. Un gran estudioso y apasionado del mundo del Clown. Solamente los grandes payasos han podido crear su propio circo. Solo grandes artistas, antes grandes trapecistas, acróbatas y equilibristas y que por la edad han visto mermadas sus facultades físicas, luego se han reconvertido en fenomenales payasos y han podido llevar a adelante un circo entero. Este es nuestro caso, el del ser sumamente especial y carismático. Solitario y envuelto en las más terribles batallas internas de la contradicción y la adición del momento escénico mágico. Su entrada hace enmudecer. Sus idas y venidas, donde intento apuntar todas las indicaciones para que no falle nada durante la función. Menos mal que nos conocemos desde hace tiempo, de manera superficial por supuesto, no tengo ningún interés en entrar en su mundo interior, en idealizar una desesperación, una enfermedad que ataca a muchos payasos. Aquel tópico clásico del payaso triste y melancólico. El de la incomprensión despiadada. Yo solo pretendo vivir el circo desde dentro, mejor dicho, desde detrás de la Gran Cortina y le ayudo en lo posible para que en su caos interior pueda vivir algunos momentos de paz. Como la que da alguna droga.
Visto como trata a algunos, a mi no me trata mal. Hacia tiempo que no sentía aquel amargor del comentario despiadado, de la bronca constante y la fusta psíquica. Nervios. Se acerca el día del estreno y hemos comprobado que la cosa esta muy verde, hay mucha entrega, hay verdadera pasión por el espectáculo pero la cosa se ha hecho en muy poco tiempo. Puede que el espectador lo note, entiendo la tensión de los artistas, del director de escena, del manager y del equipo de producción, han apostado todo su dinero y es posible que se pueda ir todo al traste. Es una pirueta mortal. Estas locos, se van a estrellar. Es el mas difícil todavía. Así es el circo. Y la pregunta del millón: ¿vendrá gente a verlo? Mi cometido es que hallan los menos fallos de coordinación posible, ayudo en la forma, pero no en el contenido. De todas formas, cuando la función comienza y se llenan las butacas, cuando ese rumor de público se eleva, y tú te encuentras detrás de la Gran Cortina y ordenas las sorpresas que irán saliendo durante la función, cosas que con otra luz parecerían vulgares pero que allí dentro son maravillosas... que ayudarás a arrancar aquel coche de payasos fantástico, que sacarás los útiles de ese gran equilibrista ruso y le retiraras las zapatillas, que sacarás el atrezzo de los payasos en su gran número o limpiaras la pista para que no resbale la trapecista y ayudarás a vestirse al clown, el cara blanca... cuando sabes que algún niño reirá con los payasos o que algún adulto alucinará con alguna imagen conmovedora, cuando en los aplausos finales la gente se levante de sus asientos... o no, de alguna manera te sentirás cómplice de todo lo que ha pasado en la pista y puedes incluso a llegar a creer que ha merecido la pena todos los buenos y malos momentos vividos tras la Gran Cortina del Circo.

Y la verdad es que de momentos malos, si yo tuviera que vivir de esto, de no llegar a ser muy malos si me parecieron bastante, grotescos. (Continuará...)

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