Los Putos madelmans

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Ya hablé alguna vez de mi afición a los fascículos número uno. Aquellos de lanzamiento que tienen buen precio, traen alguna cosa interesante y que no comprometen a nada. Como diría alguna mujer, esa cosa tan típica en los hombres.

Pues si, lo he de confesar, colecciono madelmas. Los putos madelmans. ¡A mi edad!

Sigmund Freud diría que todo esto estaría relacionado con el sexo pero hurgando un poco en mi niñez, igual va a ser cosa de alguna frustración que no pude superar.

Bueno, la cosa es que no colecciono todos, solo los que más me gustan. ¿Y cuales son esos? Los que tuve de pequeño, los que no tuve y por supuesto, que no sean ni soldados, ni marines. A esos no los soporto. El puto guerrillero, el marine y el cazador de leones no los puedo ni ver. Empecé con el de la policía montada del Canadá... por la sublime pistolita, que luego ya te contaré... Con su traje rojo aterciopelado, los pantalones bombachos con ralla, las raquetas de nieve y las botas por dentro...

Este siempre lo quise tener. Me daba una envidia tremenda no tenerlo... Eso y la debilidad por estos muñecos con muñones. Porque los madelmans antiguos, los auténticos, no tienen pies... la pierna terminaba en una especie de bolo que entraba en la bota a presión. Siempre he sentido una gran debilidad por esto último. Lo que llegan a hacer esta especie de héroes. Rescatar secuestrados, tirarse al vacío desde la mesa, aplastarse la nariz, romperse los brazos como si tal cosa, descolgarse por la cornisa de la ventana, o a falta de coches, conducir zapatillas por el pasillo de casa, etc... Todo esto, ¡y sin pies! Esa es otra cosa que desborda mi nostalgia infantil. No tener pies.

Los madelmans de mi infancia eran bastante básicos. No tenían el antebrazo movible. Tenían la típica camiseta blanca y los gayumbos pintados. Antes he dicho héroes pero sin pies, con esa pinta cuando los desvestías, la cara de tonto, repeinados, y un rictus así como de estar un poco tensos. Un poco agobiaos. Son la imagen del típico antihéroe.

La mayoría tienen un aspecto occidental, muy europeo. De pelo castaño o moreno y con ojos claros. Más tarde salieron alguno de piel negra, pero siempre representados de piratas o de ayudante en la selva (yu-yu...ankagüa güana-güana...)

Lo primero que se le rompe a un madelman es el dedo pulgar. Luego los codos y las rodillas. Y ahí es donde entra el concepto esparadrapo. Mi madre decía que yo todo lo arreglaba con esparadrapo. Pues sí. Yo era el “Puto Amo” del esparadrapo.
La Esparadrapoterapia. Aún hoy día siento muchas veces un impulso irreprimible de arreglarlo todo con esparadrapo. ¿Qué le vamos a hacer? Un chapucero, oiga.

En esa época estábamos muy influenciados por series como: “Los Hombres de Harrison”, “Starky Hutch” y las películas de vaqueros. ¡Una pena! Pelín bélicos.
Me acuerdo que en Reyes con un madelman y alguna cosilla más, ya estabas servido.
Y no hacia falta nada más. A jugar rápido que pasado mañana había que volver al cole...

En mi época, que jugábamos con una hierro y una rueda de goma blanca como la de los cochecitos de bebé, no necesitábamos más. Nos criamos en la calle... con canicas, peonza, ballestas, pencha chorizos, idem, churromediamangamangotero, la lima o el salvaje y sugerente juego de arrancar cebollas... mucho fútbol y muchas gafas rotas.

La calle te enseñaba la ley de la vida. Si jugabas a verdi, perdías las canicas, te partían la peonza con puntas afiladas, te puteaban los mayores. A uno le clavaron el pié al suelo con una lima, sin querer claro. Otro día, en churromediamanga, mientras saltaba un chico de repente se quitaron todos los del montón y se abrió la cabeza con la pared.

De aquellas que hacían antes con aquel cemento rugoso... Un ostión del diez. Para haberse matao. En definitiva, si alguien te podían engañar lo hacían. Aquello era la puta “selva”.

La esquina. Mamá me voy a jugar a la esquina... Una vez, recuerdo con sumo orgullo, le rasgué la oreja a un capullo con un ladrillo que no hay mas que meterse conmigo. Qué puntería. Le alcancé desde veinte metros. En la bóbila. En el barrio de la Florida habían muchas. Las fábricas de ladrillos. Y me quería pegar... anda que si lo pilla mi hermano Alfonso... Menos mal. Tener un hermano mayor, valiente y responsable no tiene precio. Un día le hizo morder el polvo, literalmente, al niño-matón de la calle Pedraforca. El Truji. Él cuando se lo recuerdo dice que no fue para tanto... encima modesto. La calle era dura. A mi me partieron las narices tres veces, y eso que a los niños con gafas en teoría no se les pega... me las hacían quitar y luego me atizaban. ¡Uf! ¡Qué majos!

Por tanto, siempre he pensado que la aportación de los madelmans en mi vida, fue una intelectualización de mis actividades psicomotrices porque bla, bla, bla ... (...z...z...z..)

Que se me va el hilo. La cuestión es, ¿por qué treinta años después mi impulso sigue siendo comprar madelmans? Os contaré por lo que yo creo que puede ser.

Resulta que, Santi y Juanjo, mis amigos de toda la vida. Bueno, luego con el tiempo ves que amigos, amigos... Vamos a decir vecinos porque el día, que me enfrenté al hermano mayor de Juanjo, que me tenía hasta los huevos, (yo siempre haciendo amigos), finalmente se aliaron con él y me tuve que buscar otra pandilla de amigos... Bueno pero eso es otra historia. Entre los dos tenían la friolera de veintiún madelmans (¡!) Y yo solo tres, que junto a los dos de mi hermano Pedro Antonio, ya que él era mas de los Playmobils, “solo” podíamos reunir cinco... Yo creo que eso esto nunca lo llegué a superar. Juanjo tenía nueve o diez y el Santi siempre tenía más, ¡once! Claro, es que las tías del Santi le regalaban madelmans hasta en su cumpleaños... ¿a mí, en un cumpleaños madelmans? Vamos, como decía mi madre, ¿tú te crees que somos el Banco de Esapaña o qué? Mi primer madelman fue el mecánico de Ferrari con el mono naranja y la caja de herramientas, al que llamé Jim. Porque los nombres siempre eran anglófilos. Un madelman Pepe, como que molaba menos. Pedro Antonio tenía un pirata negro si.

Si lo encuentro ahora se lo regalo estas Navidades, para que babee un rato. Luego un astronauta con el traje como de papel Albal, rollo 2001 y alguno más... El Santi tenía el guerrillero con pasamontañas, que por cierto un día que me invitaron a jugar con ellos, imaginaros veinticinco madelmans a la vez... y como quien no quiere la cosa y con tal cantidad de muñecos y complementos pensé que no notarían que tomara “prestada” la pistolita del guerrillero. Craso error. El pollo que me montaron para tener que devolverla al día siguiente, no sin bastante vergüenza. Encima de pobre y conflictivo, cleptómano. Bueno, nada comparado con la cantidad de complejos típicos de la edad. Yo creo que lo de la pistolita lo superé. ¿O va a ser que no?

Que te voy a decir una cosa, que todo el castillo de admiración que le tenía a Santi se me vino abajo cuando le regalaron el primer madelman con pies... Y ya luego el colmo fue cuando alguna tía suya, que no sabía ya que regalarle, le compró un Geyperman!!!
¡Un muñeco el doble de grande, con pies, manos de goma y con barba! El puto muñeco “macho-macho-men” rollo Village Peopple. Todo el Santi se me derrumbó ante mis pies... No fue fiel a los madelmans. Lo siento Santi, te lo tenía que decir. ¡Majo!

Pues eso, los putos madelmans. Que estoy un poco preocupado porque llevo ya comprados ocho y no se cuando pararé, si a los once o a los veintiuno... Mi mujer esta un poco preocupada y no sabe qué hacer. En fin. Que los traumas infantiles son muy malos y acabas por arrastrarlos toda tu vida.

Felices Reyes Magos. ¡Majos! Que ya falta menos para las rebajas... Un beso.

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