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Manoloviks Films
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Gos Rampant
- 04-07-2005 23:16
Con el hipi
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¡Oh! Qué largas las tardes de verano. Me acuerdo cuando era pequeño que se me hacían interminables... Aquellas tardes de radio novela. “Lucecita”, aquella que mi madre escuchaba después de la comida, mientras fregaba los platos en la cocina. No le prestaba mucha atención pero recuerdo muchos sollozos, malos rollos y fatalidades en el argumento. O como el programa de la Elena Francis... en el que la mujer era la pecadora, la que lo hacía mal y era la mas mala. La terrible hora de la siesta. Es que ni con los madelmans... La vida se ralentizaba, y no había manera.
¿Qué niño, en su sano juicio, querría hacer la siesta...? Venga niño, a dormir. Me aburría como una ostra. Yo no se si las ostras se aburren pero el tic-tac del despertador me desesperaba. Me quedaba mirando las agujas del reloj y... ¡se movían! Y más rápido de lo que uno cree... No hay tiempo que perder. Hay todo un mundo por descubrir. Los niños lo dicen mucho: “papá, me aburro...” Pues vete al circo... Ahora ya ni el circo les gusta. No me extraña. Recientemente han vuelto a pasar en Cine de Barrio la película de Gabi, Fofó y Miliki. En fin. Nunca me gustaron estos payasos y no se muy bien por qué. Fofó, Fofó... a la gente le encanta Fofó. Hombre mi mujer si puede tener razones porque cuenta que los vio de pequeña y la llevaron con paperas y todo, el típico lazo y que Fofó la vio y le regaló un globo. Pero canciones como la de “una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar” ¡qué machista! ya de bien pequeña y con el rol de mujer en la frente. Y te lo dice un payaso... La verdad es que por ser payaso no te exime de ser gilipollas. Como al soldado que el valor se le supone... O la explotación animal en el tema de la gallina Turureta... “déjala que ponga diez... huevos” ¡Manda huevos!
¿Quien no guarda gratos recuerdos del verano? Aquellos cursillos de verano en el que me enseñaron a bailar sardanas ó luego, en la hora de la piscina, te tiraban a lo mas hondo para que “aprendieras” a nadar... ¡Joder! Todos los niños llorando y gritando agarrados a los bordes de la piscina “haciendo pies”. O aquel verano que casi me ahogo con un colchón de goma con mar de fondo... O los veranos en la caravana de mis tíos en el camping Albatros, o cuando nos llevó mi tío Manolo a una playa nudista en Palavas, cerca de Montpellier, en la Grande Motte.
La semana cutre-salchichera típica en Lloret de Mar, por la que todos hemos pasado. Aquellas mañanas en la playa de “Castefa”, en nuestro único coche, un Seat 127 de tres puertas, de color azul lago. Que yo no se como lo hacia mi padre pero a las 8 de la mañana estábamos ya en la playa, tiritando, y para la una, con la fresquita, con el coche a 50º grados, de vuelta a casa, para no coger caravana... hay cosas que no han cambiado. Luego los días en el terreno de Esparraguera. Con el patinete. Las terroríficas cuestas de la urbanización, intentando escaquearse de las labores que mi padre nos “imponía”. Fuimos partícipes de la deforestación de aquella zona comprando un terreno cuesta abajo que mi padre se empeñó en escalonar a golpe de pico, pala, carretilla y miles de “capazos”. En cuanto se despistaba nos evadíamos jugando a cualquier cosa. Los tomates cogidos de la mata, lavados y con una pizca de sal... ¡Qué manjar!
Los veranos en los que entrenaba en el FCB. Atletismo. ¿Dormir la siesta yo? Incluso, en las excursiones dibujábamos acuarelas mientras los demás dormían. La verdad, es que siempre hemos vivido en la modestia, por no decir, la sencillez. Si bien nunca nos ha faltado lo mas esencial, vivíamos en un piso muy pequeño. Tan pequeño que mi primera bici la pude tener con 20 años... Quizás por eso mi obsesión por la bicicleta, recuperar el tiempo perdido a base de darle a los pedales. Al principio dejaba la bici en casa de Juan Antonio, hasta que se echó novia y me tuve que ir... buscarme la vida.
Pude encontrar un trabajo y alquilé un local para mis cosas, que no eran pocas. El laboratorio de fotografía de blanco y negro, la bici, la tienda de campaña, los libros de cine... Mi cámara de Super 8, el proyector, los rollos de película, mis documentales.
Uno siempre acaba por acumular una cantidad de cosas... indecente. Y eso que el aforismo aquel reza: “un hombre es aquello que queda después de un naufragio” O una persona, añadiría. A mi por ejemplo, no me quedarían ni las gafas. Mira el Tsunami.
Siempre recordaré los veranos en el pueblo de mis padres. Lorca. Mis primas tenían bicicleta y allí aprendí a “montar”. Qué gran aventura, la de mantenerse en equilibrio... Ni rueditas traseras ni leches. Primero por el pasillo de entre los corrales, luego entre las paredes rebozadas de cemento rugoso en que me dejaba algunos trozos de piel, para ya luego salir al camino y acabar estrellado en una zanja, en el bancal de riego atrapado entre zarzas y cardos. Al final, por pura tozudez, se consigue lo inimaginable. Pedalear recto y derecho durante un largo tiempo. La sensación es enorme. Te crees el rey del mundo. Es un gran primer paso. Y pensar que luego, de aquel primer paso pude irme desde Barcelona a Pamplona con el Hipi. Hacer el Camino de Santiago con todos los amiguetes alforjeros, Carmen, Jordi, Mª Jesús, Francis, etc. Subir el Tourmalet, el Galibier, o venir desde Italia con mochila. Acabar la Marmotte, la Quebrantahuesos, subir los Lagos de Covadonga, el Fito. Ir desde Puigcerdá hasta San Sebastián por de los pirineos. Recorrer Galicia en alforjas, Cuenca, Teruel, Asturias, León... tantos paisajes, incluso en Cuba, me fui un par de semanas solo por la isla en alforjas...
¡Qué experiencias! ¡Qué años aquellos! La época de Miguel Indurain. El Tour.
Hasta 4 años hice coincidir mis vacaciones con las fechas de la ronda francesa. Estuvimos, con mi amigo Jaime, en Vall Lourón, el día en el que se escapó con Claudio Chiapucci y se vistió de amarillo en 1991. De amarillo cinco años seguidos... Al año siguiente vimos la llegada en Sestrieres (Italia) y al día siguiente estuvimos en la salida de Briançon, nos metimos en el set de corredores por la cara, con Javier Minguez, Pedro Delgado, Sean Kelly... (¡!!) Tenemos fotos y todo, aquella etapa en la que se quedó tirado Greg Lemond... luego subimos, en bici, el Lautaret y bajamos hasta Bourge d´Ousans y subimos medio Alpé d´Huez para ver el final de etapa que ganó Hampsten a lo gran campeón. La verdad, parezco el abuelito de turno contando batallitas o aquel replicante de película:
“Yo he visto cosas que no creeríais,
atacar naves en llamas mas allá de Orión,
he visto rayos “C” brillar en la oscuridad
en la Puerta de Tanhäuser..
Todos, estos, momentos, se perderán
en el tiempo, como
lágrimas, en la lluvia...
es hora...de... morir”
Morir quizás no pero si contarlo, creo que para la próxima temporada centraré este espacio en contar batallitas de abuelo para reunirlas, y quien sabe si, publicarlas algún día en un libro. Si creo que lo mío son las batallitas.
Lo dicho, feliz verano y hasta luego Lucas.
(P.D: Mañana empieza el Tour de Francia. ¡Qué gran espacio televisivo para la siesta!)
¿Qué niño, en su sano juicio, querría hacer la siesta...? Venga niño, a dormir. Me aburría como una ostra. Yo no se si las ostras se aburren pero el tic-tac del despertador me desesperaba. Me quedaba mirando las agujas del reloj y... ¡se movían! Y más rápido de lo que uno cree... No hay tiempo que perder. Hay todo un mundo por descubrir. Los niños lo dicen mucho: “papá, me aburro...” Pues vete al circo... Ahora ya ni el circo les gusta. No me extraña. Recientemente han vuelto a pasar en Cine de Barrio la película de Gabi, Fofó y Miliki. En fin. Nunca me gustaron estos payasos y no se muy bien por qué. Fofó, Fofó... a la gente le encanta Fofó. Hombre mi mujer si puede tener razones porque cuenta que los vio de pequeña y la llevaron con paperas y todo, el típico lazo y que Fofó la vio y le regaló un globo. Pero canciones como la de “una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar” ¡qué machista! ya de bien pequeña y con el rol de mujer en la frente. Y te lo dice un payaso... La verdad es que por ser payaso no te exime de ser gilipollas. Como al soldado que el valor se le supone... O la explotación animal en el tema de la gallina Turureta... “déjala que ponga diez... huevos” ¡Manda huevos!
¿Quien no guarda gratos recuerdos del verano? Aquellos cursillos de verano en el que me enseñaron a bailar sardanas ó luego, en la hora de la piscina, te tiraban a lo mas hondo para que “aprendieras” a nadar... ¡Joder! Todos los niños llorando y gritando agarrados a los bordes de la piscina “haciendo pies”. O aquel verano que casi me ahogo con un colchón de goma con mar de fondo... O los veranos en la caravana de mis tíos en el camping Albatros, o cuando nos llevó mi tío Manolo a una playa nudista en Palavas, cerca de Montpellier, en la Grande Motte.
La semana cutre-salchichera típica en Lloret de Mar, por la que todos hemos pasado. Aquellas mañanas en la playa de “Castefa”, en nuestro único coche, un Seat 127 de tres puertas, de color azul lago. Que yo no se como lo hacia mi padre pero a las 8 de la mañana estábamos ya en la playa, tiritando, y para la una, con la fresquita, con el coche a 50º grados, de vuelta a casa, para no coger caravana... hay cosas que no han cambiado. Luego los días en el terreno de Esparraguera. Con el patinete. Las terroríficas cuestas de la urbanización, intentando escaquearse de las labores que mi padre nos “imponía”. Fuimos partícipes de la deforestación de aquella zona comprando un terreno cuesta abajo que mi padre se empeñó en escalonar a golpe de pico, pala, carretilla y miles de “capazos”. En cuanto se despistaba nos evadíamos jugando a cualquier cosa. Los tomates cogidos de la mata, lavados y con una pizca de sal... ¡Qué manjar!
Los veranos en los que entrenaba en el FCB. Atletismo. ¿Dormir la siesta yo? Incluso, en las excursiones dibujábamos acuarelas mientras los demás dormían. La verdad, es que siempre hemos vivido en la modestia, por no decir, la sencillez. Si bien nunca nos ha faltado lo mas esencial, vivíamos en un piso muy pequeño. Tan pequeño que mi primera bici la pude tener con 20 años... Quizás por eso mi obsesión por la bicicleta, recuperar el tiempo perdido a base de darle a los pedales. Al principio dejaba la bici en casa de Juan Antonio, hasta que se echó novia y me tuve que ir... buscarme la vida.
Pude encontrar un trabajo y alquilé un local para mis cosas, que no eran pocas. El laboratorio de fotografía de blanco y negro, la bici, la tienda de campaña, los libros de cine... Mi cámara de Super 8, el proyector, los rollos de película, mis documentales.
Uno siempre acaba por acumular una cantidad de cosas... indecente. Y eso que el aforismo aquel reza: “un hombre es aquello que queda después de un naufragio” O una persona, añadiría. A mi por ejemplo, no me quedarían ni las gafas. Mira el Tsunami.
Siempre recordaré los veranos en el pueblo de mis padres. Lorca. Mis primas tenían bicicleta y allí aprendí a “montar”. Qué gran aventura, la de mantenerse en equilibrio... Ni rueditas traseras ni leches. Primero por el pasillo de entre los corrales, luego entre las paredes rebozadas de cemento rugoso en que me dejaba algunos trozos de piel, para ya luego salir al camino y acabar estrellado en una zanja, en el bancal de riego atrapado entre zarzas y cardos. Al final, por pura tozudez, se consigue lo inimaginable. Pedalear recto y derecho durante un largo tiempo. La sensación es enorme. Te crees el rey del mundo. Es un gran primer paso. Y pensar que luego, de aquel primer paso pude irme desde Barcelona a Pamplona con el Hipi. Hacer el Camino de Santiago con todos los amiguetes alforjeros, Carmen, Jordi, Mª Jesús, Francis, etc. Subir el Tourmalet, el Galibier, o venir desde Italia con mochila. Acabar la Marmotte, la Quebrantahuesos, subir los Lagos de Covadonga, el Fito. Ir desde Puigcerdá hasta San Sebastián por de los pirineos. Recorrer Galicia en alforjas, Cuenca, Teruel, Asturias, León... tantos paisajes, incluso en Cuba, me fui un par de semanas solo por la isla en alforjas...
¡Qué experiencias! ¡Qué años aquellos! La época de Miguel Indurain. El Tour.
Hasta 4 años hice coincidir mis vacaciones con las fechas de la ronda francesa. Estuvimos, con mi amigo Jaime, en Vall Lourón, el día en el que se escapó con Claudio Chiapucci y se vistió de amarillo en 1991. De amarillo cinco años seguidos... Al año siguiente vimos la llegada en Sestrieres (Italia) y al día siguiente estuvimos en la salida de Briançon, nos metimos en el set de corredores por la cara, con Javier Minguez, Pedro Delgado, Sean Kelly... (¡!!) Tenemos fotos y todo, aquella etapa en la que se quedó tirado Greg Lemond... luego subimos, en bici, el Lautaret y bajamos hasta Bourge d´Ousans y subimos medio Alpé d´Huez para ver el final de etapa que ganó Hampsten a lo gran campeón. La verdad, parezco el abuelito de turno contando batallitas o aquel replicante de película:
“Yo he visto cosas que no creeríais,
atacar naves en llamas mas allá de Orión,
he visto rayos “C” brillar en la oscuridad
en la Puerta de Tanhäuser..
Todos, estos, momentos, se perderán
en el tiempo, como
lágrimas, en la lluvia...
es hora...de... morir”
Morir quizás no pero si contarlo, creo que para la próxima temporada centraré este espacio en contar batallitas de abuelo para reunirlas, y quien sabe si, publicarlas algún día en un libro. Si creo que lo mío son las batallitas.
Lo dicho, feliz verano y hasta luego Lucas.
(P.D: Mañana empieza el Tour de Francia. ¡Qué gran espacio televisivo para la siesta!)
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