Fernando Sánchez Dragó, escritor y viajero.
Nacho Corredor Solà |
VILANOVA I LA GELTRU
28-07-2006
| Actualitzat 31-10-2017 14:37
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Sánchez Dragó juega fuerte con su última obra, "Muertes paralelas", ganadora del Premio de Novela Fernando Lara 2006. El autor nos habla de las "muertes paralelas" de las víctimas de la guerra civil del 36: la muerte de García Lorca, la de Primo de Rivera, la de tantas personas que en los dos bandos (o en ninguno de ellos) y tanto en el frente como en la retaguardia, fueron asesinados.
El libro nos cuenta como el 17 de julio de 1936, Indalecio Prieto le dice al padre del autor, Fernando Sánchez Monreal, que se han sublevado militares en Melilla y él, periodista vocacional y director de la agencia Febus, deja a su mujer embarazada de Dragó en busca de la noticia y en busca, en consecuencia, de su muerte.
En su próximo libro, "A contraespaña", nos explicará por qué se arrepiente de ser español.
-Dicen que la diferencia entre un loco y un genio está en el éxito.
(Ríe). Dalí, que tuvo éxito y que era un genio, dijo en cierta ocasión: la única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco.
-En el preludio de su último libro, Muertes Paralelas, dice lamentar profundamente haber nacido español y parece que ya tiene entre manos una nueva obra para explicarnos el porqué.
La obra se titula A contraespaña, la empecé hace dos días y confío en que esté terminada a finales de agosto porque gran parte de ella ya estaba escrita. Cuando me puse a escribir Muertes paralelas. Y es que mi último libro era un libro híbrido, que tenía parte de narrativa, parte de ensayo, parte de reflexión, de desahogo, de arrebato, de libelo, pero al convertirse en una novela decidí arrebatarle toda la parte reflexiva y le quité doscientas páginas que se van a integrar en A contraespaña y son su columna vertebral. En este libro explico en detalle por qué no me considero español.
-Dice que España fue la que mató a su padre.
Hay muchas Españas y no sólo dos como se nos ha dicho. Esas dos Españas son las Españas malas, las de las banderitas, las que utilizan las ideas y las ideologías para hadar en el corazón del resto de los españolitos. Esa España; la de la envidia, la de las rencillas, la del rencor, la que al día siguiente del 18 de julio reventó, tanto la derecha como la izquierda, las costuras de los partidos políticos y se metieron en ellos para ajustar cuentas, para apoderarse de las tierras del vecino, para eliminar a la persona a la que debían dinero o al marido de su amante; esa España es la que mató a mi padre y la que mató a tantas personas, muchas anónimas, algunas muy conocidas como Federico García Lorca o José Antonio Primo de Rivera, dos ejemplos paradigmáticos del martirio sufrido. Son los que mandan, los que han escrito oficialmente nuestra historia, aunque exista la intrahistoria secreta del pueblo español.
- Muertes paralelas empieza en 1956, en una comisaría. Cuéntenos qué pasó allí dentro porque parece es en aquel instante, hace cincuenta años, cuando se decide a escribir el libro que hoy tengo entre mis manos.
El chispazo del libro estalla en febrero de 1956 cuando yo estoy detenido por la brigada políticosocial del Régimen de Franco en la Puerta del Sol por haber organizado y por haber intervenido en lo que fue el primer gran motín antifranquista de la Universidad de Madrid. Estoy detenido en unión de personas como Dionisio Ridruejo, Ruíz Gallardón (padre), Enrique Múgica, Javier Madrera y como tantos otros. Me están interrogando y aparece el comisario Conesa, que sería célebre posteriormente, indignado contra mí y me dice: tú estás aquí porque eres un resentido porque matamos a tu padre. Yo me quedo como si me hubieran dado un puñetazo en el alma, porque yo hasta ese momento creía que a mi padre lo habían matado los republicanos y no los nacionales. Hace 12 años encontrándome yo en la Feria del Libro de Madrid aparece delante de mí una persona, Manuel Gurrea, y me dice que su padre pasó la última noche de la vida del mío con él en la cárcel y ese fue el segundo puñetazo en el alma. Me quedo impresionadísimo y me dijo que su padre vivía en un pueblecito burgalés, agarro el coche, paso la tarde con él y efectivamente había estado la última noche de la vida de mi padre con él. Entonces me pongo a investigar, cuando era difícil, pero precisamente esa dificultad es la que me sirve de acicate y recorro todo España, abro tumbas, me meto en archivos, descubro fotografías, cartas y consigo reconstruir toda la historia que está milimétricamente contada en el libro.
-Narra como el 17 de julio del 36, Indalecio Prieto le dice a su padre, Fernando Sánchez Moral
Monreal.
-En efecto, ya que lo menciona fue su nombre el que usted utilizó posteriormente como pseudónimo.
Es una historia bonita, una historia tierna y una historia cargada de justicia. El nombre de mi padre y el nombre de toda la dinastía periodística de los Sánchez desaparece de la prensa española y cuando muchos años después, encontrándome exiliado en Japón, un periódico me invita a enviar artículos desde allí, pero me pide que lo haga bajo pseudónimo me doy cuenta que el nombre de mi padre es el más apropiado.
-Fue la vocación profesional de su padre la que acabó por llevarle al fin de sus días.
Él tenía una intensa vocación y era un hombre muy parecido a como lo soy yo o yo soy muy parecido a como era él: perfeccionistas, de esos que no delegan nunca y que todo lo hacen ellos. Mi padre siendo director de una agencia de prensa al enterarse de que se habían sublevado en Melilla, fue un gesto absurdo y que le costó la vida.
-En el libro recoge una frase de Ortega que usted suscribe: ser de derechas es, como ser de izquierdas, una de las dos infinitas formas de estupidez inventadas por el hombre. Sin embargo durante mucho tiempo ha estado activo en la política.
A mí la política no me ha interesado nunca, excepto en aquellos momentos de mi vida en los cuales la política me ha agredido y he sentido que mi libertad se veía agredida y como soy guerrero, eso sí, no soldado porque el soldado obedece órdenes, un guerrero no, y en esos momentos me defiendo, establezco alianzas y efectivamente intervengo en política. Eso me ha sucedido únicamente en dos ocasiones: en los años del franquismo, me aparté de ella posteriormente y volví aparentemente en los últimos años del felipismo. Volví a retirarme de la política y te puedo asegurar que jamás me volveré a meter, estoy escaldado.
-Fue guerrero como comenta, estuvo encarcelado diecisiete meses y fue allí donde se dio cuenta que en realidad era de derechas.
Cuando tenía dieciocho años el único vehículo para encauzar al antifranquismo era el PCE, no había ningún otro partido. Fui antifranquista que me metí en un partido, como un guerrero. Sin embargo, encontrándome en la cárcel de Carabanchel, creyéndome más rojo que Lenin, cayó en nuestras manos un ejemplar de París Match y había un test, que respondiéndolo se averiguaba cuál era la postura ideológica que ocupabas en el arco político y entonces ante mi sorpresa, salí como un hombre de derechas. Yo he sido siempre un liberal, parece como si yo hubiera dado muchos bandazos y la verdad no creo haberlos dado, era ya liberal en aquella época y en estos momentos sigo siéndolo.
-Dice ser apátrida.
(Ríe). Es un proceso de maduración personal de busca del yo profundo frente al ego, de desposeimiento del ego. El ego son unas etiquetas, el niño no tiene ego y poco a poco se le va construyendo cuando se le adhieren etiquetas, cuando todo bicho viviente le enseña a ese niño como tiene que ser y el niño se olvida de quien es y se confunde. La etiqueta de la patria, de ser español, francés o italiano, es ego. Nuestra identidad profunda permanece por encima de la patria a la que pertenezcamos. Ulises es capturado por el cíclope y le pregunta quién es, Ulises responde que es NADIE, porque es un sabio y no tiene ego, no tiene etiquetas, ni pasado ni futuro, sólo presente. Ese es un proceso en el que estoy inmerso desde hace décadas, es la gran apuesta de mi vida y quitarme todas las etiquetas, llegar a ser Nemo, llegar a ser Nadie.
Soy apátrida a contraespaña. No me gusta este país y en cuanto deje de tener un programa de televisión, me marcharé muy lejos de aquí.
-Sin embargo, algún acto de promoción del libro que nos ocupa se ha hecho con la colaboración de Falange Auténtica.
Al escribir este libro me he encontrado con un hombre que cuando yo lo empecé estaba convencido que era de extrema derecha y a la hora de investigar me he dado cuenta, no sólo de que es un personaje muy interesante, de que es uno de los grandes desconocidos de la historia de España y que ha sido manipulado horriblemente por los propios y por los extraños, sino que me he encontrado con un hombre de izquierdas. Que en el momento que está a punto de ser fusilado en Alicante, pide el cese inmediato de las hostilidades, el regreso del Ejército a sus cuarteles, propone un Gobierno sindical basado en la justicia, en la distribución de la riqueza, en la reforma agraria y basado incluso en la nacionalización de la banca y propone también un Gobierno en el que figura Casares Quiroga, Indalecio Prieto, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, etc, un hombre de izquierdas. Eso no significa que yo sea joseantoniano, porque José Antonio era patriota, yo no lo soy; era cristiano, yo no lo soy; y era de izquierdas, y yo no lo soy. Los chicos de Falange Auténtica que no tienen nada que ver con la Falange cutre, que asesinó, con la Falange franquista, con la de los jerarcas, son cuatro gatos pero son en estos momentos lo que nos queda de la utopía, son los más rojos en todas sus reivindicaciones. En el mes de septiembre va a haber otra presentación del libro para hablar y se va a organizar por la Asociación de la Prensa de Madrid.
-Decía que José Antonio era de izquierdas, en cualquier caso ¿lo englobaríamos dentro de la izquierda la soviética o de la socialdemócrata sueca?
(Ríe). José Antonio muere a los treinta y tres años, Federico García Lorca muere a los treinta y ocho, mi padre muere a los veintisiete y a esa edad las vidas no han sido hechas, son vidas por hacer, no sabemos qué habría sido de Lorca, de mi padre, o de José Antonio. Convendría tener en cuenta que en aquel momento mucho de los intelectuales, de los poetas, de los escritores, a los que tenemos hoy o por muy rojos o por muy azules o por muy de Franco o por muy de la República, a medida que investigas te vas dando cuenta que fueron en muchos casos más republicaciones que franquistas o al contrario, según les pilló la guerra, porque salvar el pellejo es respetable. En los años 30, había dos grandes corrientes ideológicas que atravesaban el mundo y las dos muy parecidas: la fascista y la comunista. Las mismas personas que entraron en el PC o que entraron en la Falange, titubeaban: un día iban a un mitin de la Pasionaria y otro día iban a uno de José Antonio. Luego estalló la guerra, las posturas se congelaron y pasó lo que pasó. Mi padre era del partido de Maura, era un partido demócrata y republicano pero católico y conservador y a él le mata la derecha y en cambio a José Antonio, que era un hombre de izquierdas, lo mata la izquierda. Son los trágicos equívocos de la Guerra Civil y son las muertes paralelas a las que se refiere el título.
-En su libro habla de la figura de Queipo de Llano y de cómo éste sacó a su padre de Sevilla por su propia seguridad, confiesa que le atrae el personaje. Luis del Olmo decía despectivamente que Jiménez Losantos es el Queipo de Llano de nuestros días.
Lo que me ha atraído de su figura es porque Queipo de Llano, que es un General que lo envían a Sevilla a morir dadas las dificultades con las que se presentó, sin embargo triunfó gracias al ingenio, a la imaginación de este hombre que con cuarenta soldados, unas camionetas y una emisora de radio, dio un Golpe de Estado dentro del Golpe de Estado. Eso lo convierte en un personaje interesante y al mismo tiempo, gracias a él Franco gana la guerra y sin él los nacionales no podrían haber subido del Estrecho. Lo que me ha seducido de él es una seducción literaria, es un personaje de la literatura, de novela, que parece salido de las obras de teatro de Valle-Inclán o de las obras de Pérez-Reverte y para un escritor como yo esas cosas tienen un valor.
-Comenta, que su padre tuvo a su cargo a un total de dieciocho personas una vez iniciada la guerra. Hizo lo que pudo con ellos, pidió ayuda a amigos periodistas para sobrevivir, pese a todo lo denunció un primo político de su madre.
Mi padre al volver del Sur iba rodeando Madrid pare reunirse con mi madre y se fue a Valladolid. Allí está quince días y se entera que dieciocho personas, mujeres y niños, familiares suyos y familiares de un periodista que fue con él, Díaz Carreño, estaban refugiados en Vegas de Matute en la casa del Barbero. Mi padre, dos o tres días antes de que lo detengan, consigue organizar una expedición desde Valladolid, se trae a las dieciocho mujeres y niños, los coloca como puede; en hoteles, hoteluchos, en pensioncillas, consigue crédito en restaurantes, en sastrerías y demás; y a los dos días lo detienen y se quedan las mujeres y niños desamparados en Valladolid. Efectivamente, como yo descubro cincuenta años después la persona que denuncia a mi padre era un primo político de mi madre al que él había ayudado, lo típico de este país: haces un favor y te la juegas.
-Tras la muerte de su padre su madre, su hermana y usted, fueron en su busca. Evidentemente sin éxito.
Un año después de la marcha de mi padre, mi madre sale conmigo y con una hermana suya, sale en busca de su marido, en busca de mi padre. Es una aventura portentosa porque estas dos chicas de buena familia, criadas entre sábanas de lino, con un bebé de un año a cuestas, consiguen llegar de Madrid a Valencia en plena Guerra Civil y de Valencia a Alicante. En Alicante se agarran a una avioneta de los Servicios Aéreos Postales de Francia y llegan a Orán, dónde había familia perdida de los Dragó. Desde Orán, en otra avioneta saltan a Melilla, en Melilla se meten en un buque bombardeado por la Aviación republicana y llegan a Cádiz. De Cádiz llegan a Huelva, dónde habían bajado las dieciocho mujeres y niños que se habían quedado desamparadas por mi padre, sube mi madre, me deja allí, acompañada por su suegra hasta Burgos y Valladolid para ver si le dan razón de su marido, no se la dan, vuelve, nos recoge y en otro buque, costeando el litoral portugués llegamos a Galicia y allí pasamos el resto de la Guerra.
-Al final del libro es Jodorowsky, persona a la que dio a conocer en sus programas, quien se encarga de reconstruir su árbol genealógico.
Es ya la historia de cómo yo, niño, adolescente, adulto, voy reconstruyendo la historia de mi padre y voy dándome cuenta de lo que significó su ausencia, tanto para mí, cómo para mi madre, cómo para el resto de la familia e incluso para personas que nunca lo trataron en vida y la escena culminante de esta parte del libro es cuando yo voy a Formentera a ver a Jodorowsky para someterme a la experiencia TREMENDA del árbol genealógico y es cuando él la que le da las claves para resolver el enigma.
-¿En qué medida ha cambiado su visión de la vida tras escribir este libro que ha repasado tanto su historia familiar?
Con este libro yo pago dos deudas; la deuda de mi padre conmigo que nunca me pudo dar lo que un padre le tiene que dar a un hijo, que es la educación y la herencia, ahora mi padre puede descansar en paz; y por otra parte, yo también estaba en deuda con mi padre, un hijo tiene quedar a un padre, como mínimo, respeto y cariño y únicamente se puede respetar y amar a una persona a la que conoces y yo no conocía a mi padre, no sabía absolutamente nada de él y ahora lo conozco mejor que a nadie en este mundo o fuera de él y puedo darle mi respeto y mi cariño. Ahora ya sé quien soy, yo soy el padre de mi padre. Yo tengo ahora sesenta y nueve años y mi padre cuando murió acababa de cumplir veintisiete, soy yo quién ahora le protejo y he hecho en mi vida todo lo que mi padre no pudo hacer, como periodista, como escritor. Puedo ser incluso su reencarnación, que es una de las fantasías con las que fantaseo a lo largo del libro.
-¿Si yo le digo Naoko, usted qué me dice?
Naoko es mi ángel, es el nombre de mi japonesita. De alguien que es todo: es mi mujer, pero también mi hija, casi mi nieta, le llevo treinta y ocho años, ella me llama papi y estoy desde hace casi once años con ella, era alumna mía en Kyoto.
-Dice usted ser polígamo.
(Ríe Me parece una violación de los derechos humanos pretender que una persona se acueste con solo una persona a lo largo de la vida, es absurdo. He defendido siempre las infidelidades conyugales, las he practicado y las he permitido. Hay que diferenciar entre infidelidad y deslealtad, no se puede ser desleal. Yo soy un liberal. (Ríe).
-¿Cómo resumimos esta entrevista?
(Ríe). Esa pregunta es difícil, ¿cómo la resumirías tú? Voy a responderte a la gallega.
-(Silencio y ríe
Para escuchar la totalidad de la entrevista, pueden acceder al archivo de audio. De la entrevista se desprendió por parte de Sánchez Dragó una atención, una simpatía y una amabilidad envidiable. Es por ello que autor y entrevistador se han citado para una próxima ocasión.
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