-
Cartes a la direcció
-
Sandra Guerra
- Vilafranca del Penedès
- 21-06-2016 17:54
Imagenes de los desperfectos en la silla de ruedas. Eix
Dona suport al periodisme local col·laborant amb nosaltres i fes-te’n subscriptor per només 3€ al mes sense permanència.
Me llamo Sandra Guerra, soy afectada de una enfermedad neuromuscular que me reduce notablemente la movilidad, impidiéndome caminar; por consiguiente, uso una silla de ruedas eléctrica. El pasado martes, día 14 de junio, volvía de una semana de vacaciones fantástica en Berlín. A las 16:15 de la tarde dos amigos y yo cogimos un avión de la compañía Vueling Airlines. Como ya sabemos, las sillas no pueden ir en la cabina de pasajeros, sino que deben ir en la bodega.
Sobre las 19:40 aterrizamos en el aeropuerto del Prat de Barcelona. Hasta las 20:00 estuvimos a la espera del personal de asistencia a personas con movilidad reducida. Una vez llegaron, me sacaron del avión en una silla especial hasta la misma puerta. Allí estaba mi silla de ruedas eléctrica de espaldas. Mi sorpresa fue cuando me incorporé y pude ver que mi silla no estaba en las mismas condiciones en las que yo la había dejado. El mando de control estaba completamente inutilizable. El cable de conexión con el motor y las baterías estaba cortado y despellejado. El hierro que sujeta el mando en el reposabrazos estaba completamente doblado. Se necesita un golpe muy duro para doblar un hierro, ¿verdad? Además, el reposabrazos tampoco estaba en las mismas condiciones. En resumen, toda la parte derecha dónde se encuentra el mando estaba completamente destrozada.
Mi reacción fue de alucine e incomprensión; necesitaba una explicación. Debería haberme quedado en la puerta del avión hasta que se encontrara una solución, pero no pude hacerlo. No pude porque, como me dijeron, había gente esperando para embarcar y no podía retrasar un vuelo. Desgraciadamente, a las compañías les interesa más pagar una incidencia que retrasar un vuelo.
Una vez salí de la pasarela de acceso, el personal de atención a personas con movilidad reducida nos indicó dónde podíamos ir a reclamar y se fue. A partir de ese momento, uno de mis amigos tuvo que empujar mi silla en modo manual hasta la salida, donde nos esperaba mi familia. Cabe decir que la silla pesa unos 200kg aproximadamente conmigo encima.
Seguidamente, nos dirigimos al punto de reclamaciones de Iberia ya que no había un punto de Vueling. En dicho punto, nos atendió un chico el cual después de trasladarle la impotencia que sentía ante la situación simplemente dijo "nosotros nos limitamos a poner reclamaciones". Quien está limitada yo, ya que desde el martes 14 no me puedo mover porque no dispongo de la silla. Realmente no tienen ni idea de lo que significa el verbo limitar. Una vez puesta la reclamación, nos dieron un número de teléfono de pago de atención al cliente de Vueling. Un servicio al que no contestó nadie esa misma tarde. Estuvimos más de 40 minutos al teléfono sin éxito, sin respuesta, sin solución. Lo que causa más impotencia de toda la situación es que las compañías no diferencian entre una maleta y una silla de ruedas, que en este caso es más que una silla, pues son mis piernas. Mi indignación y la de mi entorno llegó a tal punto que nos dirigimos a la Guardia Civil para interponer una denuncia. Desde que aterrizamos hasta que salimos del aeropuerto transcurrieron unas 4 horas aproximadamente. Cualquier persona que vuelve de un viaje, lo único que quiere y necesita, dado el cansancio que provoca una semana intensa, es coger sus maletas e irse a casa, pero no pudo ser así.
El día 15 de junio, Vueling, después de muchos intentos, por fin me atendió telefónicamente. Solicitaron un presupuesto de la reparación y otra documentación; cuando tengan dicha documentación iniciarán la investigación y supuestamente procederán al pago de la reparación o la substitución. De momento, no se sabe cuando podré tener mi silla completamente arreglada.
No me conformo exclusivamente con la reparación de la silla, la situación no sólo ha provocado el destrozo de la silla, ha ido más allá. Se siente mucha impotencia cuando se es tratado como un equipaje más, sin darse cuenta de que no se trata de una silla, sino de una prolongación de mi cuerpo; sin ella no funciono. También se siente rabia al ver que nadie de la compañía ha sido capaz de dar del todo la cara y pedir disculpas. Si esto llega a pasarme en el viaje de ida, ¿qué hubiese ocurrido? ¿Me hubiesen dejado tirada de la misma forma?
De momento llevo dos días encerrada en casa. No he tenido la ocasión, como cualquier persona, de disfrutar explicando como fueron mis vacaciones. Todas las conversaciones giran entorno al mismo tema.
Como ya he dicho no me conformo únicamente con la reparación o sustitución. Posiblemente Vueling Airlines reciba otra denuncia por daños y perjuicios.
El periodisme de proximitat necessita del compromís dels seus lectors per defensar un periodisme més independent, lliure i plural.
Subscriu-te ara!