Valores

Los sagaces iluminados

Pintada Siria. Eix

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Me pregunto cuándo empezamos a desmantelar el estado laico que, a medias y con mucho esfuerzo, habíamos llegado a construir. ¿Fue cuando la Conselleria de Valencia se doblegó ante las exigencias de una niña que se negaba a deshacerse del velo en el colegio público donde prohibían cubrirse la cabeza? ¿O fue antes, cuando un grupo de hombres iluminados pero sagaces descubrieron que los europeos ya no somos aquellos que lucharon, con mayor o menor fortuna, contra fascismos varios?

No, aquellos fueron nuestros abuelos, que intentaron elevar nuestra sociedad por encima de religiones y patriarcados. Nosotros la dimos por hecha, creciendo teóricos y privilegiados, preparados para defenderla solamente contra quien ya no nos daba miedo. Por eso, cuando llegaron los hombres iluminados, profesando una religión todavía más pintoresca que la nuestra y afirmando la inferioridad del sexo femenino, bajamos la cabeza y cerramos esa boca chillona que sólo protestaba contra los horrores autóctonos.

Los sagaces iluminados vieron en nuestras mal llamadas feministas lo que ellas no podían ver: el deseo de satisfacer al macho. Y así, las mal llamadas feministas definieron como feminismo el derecho de las mujeres recién llegadas a ser oprimidas. Y como las mal llamadas feministas leían poco, creyeron que así eran, que así querían ser, sus hermanas de otras tierras: sumisas y tapadas.

Mientras tanto, Ayaan vivía oculta en Holanda, amenazada de muerte por los iluminados que ya asesinaron a su compañero Theo. Maryam no podía regresar a Irán porque le habían prometido un final en la horca. Marieme intentaba que las mal llamadas feministas de Occidente apoyaran a sus hermanas tunecinas para criminalizar la violación, y Saadawi, ya mayor, lloraba la involución de su pueblo desde el que fue el gran bastión del feminismo, la Universidad de El Cairo.

Pero no hizo falta apoyarse en más nombres ilustres. Bastó con mencionar que en tierras lejanas, mujeres y hombres que sí merecían ser llamados feministas, dejaban constantemente la vida para luchar contra el terror. Los había menos ilustres, los había religiosos moderados y los había ateos, las había con melenas al viento y las había con velo. Estaban ahí y nadie los vio porque Europa miraba de soslayo, sometiéndose amedrentada a la verdad inventada de los sagaces iluminados.

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