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Cartes a la direcció
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Cristina Pérez Capdet
- Sitges
- 23-09-2020 09:39
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Bargalló, este señor de un partido que dice ser republicano y de izquierdas, ha decidido introducir la religión musulmana en la escuela pública, propinando una certera patada en la boca a los que siempre hemos querido relegar la religión en general a sus parroquias varias.
Dice la genial Pilar Rahola, en palabras mucho más pintorescas, que los progres rechazan la religión católica pero adoran el Islam. También comenta que de todos los líderes de la izquierda, sólo Joan Tardà ha alzado la voz contra esta gran idea. Y es que más allá de las ideologías, Tardà, con su valentía y coherencia, es el rara avis de una pseudo izquierda que, a través de la ceguera buenista, ha heredado los tics más repugnantes del franquismo. Esta herencia, además de contaminar nuestra desafortunada política, también se ha cebado con muchos de los movimientos tradicionalmente progresistas.
Pongamos por ejemplo el feminismo oficial de nuestra geografía, actualmente luchando apasionadamente por cambiar el género de los pronombres plurales y destrozar palabras neutras como juez o portavoz. Eso sí, los gritos se apagan misteriosamente cuando hay que defender a las mujeres de la comunidad musulmana cuando éstas son víctimas del machismo. Y no será porque muchas de ellas, luchadoras de las de verdad, no se hayan manifestado constantemente a través de denuncias, proclamas, artículos y libros. Vale, puede ser que nuestras feministas no estén muy interesadas en leer lo que se escribe en Egipto o Marruecos, aunque estos textos hayan sido magistralmente traducidos, pero tampoco parece que hagan mucho caso a las feministas catalanas de origen musulmán como Najat El Hachmi o Nazanin Amirian. Total, qué sabrán ellas del dolor que causan los pronombres acabados en “o”.
Desgraciadamente, el buenismo también se ceba con el colectivo animalista, entre el que destacan algunas honrosas excepciones como el PACMA. Pertenecí hace años a una asociación fuerte que logró grandes cosas por los animales, pero que apenas se pronunció contra el sacrificio sin aturdimiento de los corderos durante el Ramadán. Mi asociación era un ejemplo de casi todas las asociaciones, y siempre que algún alma rebelde sacaba a relucir el tema, se apagaba con las voces de los que anteponían el sufrimiento de las vacas y los cerdos en los mataderos convencionales. En el fondo, la anteposición simplemente utilizaba una atrocidad extrema para diluir otra atrocidad extrema.
Tampoco escapa a la cobardía buenista la comunidad LGTB. El 12 de junio de 2016 en la discoteca Pulse de Orlando, Florida, frecuentada por la comunidad gay, murieron cincuenta personas y cincuenta y tres fueron heridas a causa de una bomba que un iluminado colocó para honrar a Alá. Ante este suceso el mundo occidental tuvo que dejar de ignorar la violencia oficializada que sufre la comunidad gay en los países musulmanes. Las torturas y ejecuciones sistemáticas de estas personas salieron a la vez en varios medios de comunicación a raíz de este atentado. Pero una vez más, fueron las mismas víctimas las que desaprovecharon esta oportunidad y, lejos de honrar a los asesinados de Pulse y de tantos países, el 9 de julio del mismo años en varias ciudades del mundo, incluida mi querida Sitges, el tema de los desfiles del Orgullo Gay fue una crítica feroz a la religión...católica.
Así pues, la introducción de una asignatura de religión musulmana en la escuela pública no me sorprende. Cierto, si hasta ahora hemos pagado con nuestros impuestos las clases de religión católica, otras religiones también han de tener derecho a entrar en las aulas. Reforcemos pues, en lugar de eliminar, los vestigios de un régimen vergonzoso y sometámonos todavía más a la oscuridad para que no nos llamen racistas, aunque sean precisamente el paternalismo y el miedo (dos de los grandes pilares del racismo) los que nos arrebaten para siempre los auténticos valores republicanos y de izquierdas.
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